jueves, 28 de julio de 2011

Concierto Invierno

 • AULA DE CULTURA

4-enero-03: CONCIERTO
Invernal de coros e instrumentos

LUIS ANTONIO ALIAS
Forzosamente es un buen augurio que la primera actividad del Aula de Cultura, en este recién estrenado 2003, haya dejado el espacio de La Colegiata de San Juan Bautista, tan barroco de cenefas pétreas y tan cumplido de sonoridades aéreas, ocupado hasta el límite mismo de lo posible.
Claro que se trataba de un nuevo concierto de los que, consumando el natural y sucesivo decurso de las estaciones, organiza el "Centro de Técnicas de Relajación (Gimnasia Generativa)".
Quienes ya hemos aplaudido el del verano y el del otoño, sólo podemos dejar constancia que el pretendido diálogo personal e íntimo -aunque abierto y público- entre auditorio e intérpretes se va volviendo, trimestre a trimestre, más variado, complejo, rico y sugerente.
Verónica Álvarez Fernández al piano, María José Meana Meana al chelo, Saúl Suárez Lobo al violín, Patricia Cuesta Gómez a la flauta, Luis Álvarez Díaz a la guitarra, y Carlos José Martínez guiando el "Orfeón Gijonés" (sabia y versátil edificación sonora de gargantas vibrantes de zarzuela, o íntimas y místicas de música sacra) fueron ocupando escenario.
Sonó Fauré, y Enescu, y el "Anónimo" que universalizara Yepes, y Barja, y Perossi, todos contemporáneos, todos atemporales; y Juan de Anchieta, nacido en 1462 pero fresco y ultimísimo cuando marca los compases de "con amores, la mi madre, /con amores me dormí; /así dormida soñaba /lo que el corazón velaba, /que el amor me consolaba /con más bien que merecí..."
Un pequeño aparte especial para Luis Álvarez, que supo dominar el miedo escénico e imponerse la dura profesionalidad de llevar a feliz término la obra encomendada. Preveo en él no un gran intérprete, algo ya conseguido, sino un gran concertista.
Y un gran aparte para el villancico "Campana sobre campana", broche en el que público y Orfeón se fundieron.
Lo hicieron con la lógica y alegre emoción del momento. A fin de cuentas, pasado mañana celebraremos que el pastorcillo, recogido su rebaño, llevara al Portal requesón, manteca y vino.

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