sábado, 18 de octubre de 2014

La obra elegida para el Mes de Octubre es: El señor de las moscas de Sir William Golding





 En su novela, William Golding plantea una cuestión trascendental, eje clave de su exposición: ¿es el hombre bueno o malo por naturaleza? Diatriba de tales dimensiones entronca con los debates que se mantenían al respecto en el siglo XVII y XVIII. Más allá de la estructura externa, hay un trasfondo sociológico, político, histórico y filosófico que trasciende las meras imágenes que contemplamos durante algo más de una hora y que trataremos de desentrañar a continuación desde diferentes perspectivas para inferir una conclusión argumentada y reflexionada.
            Perspectiva social: La antropología y el estructuralismo de Lévi-Strauss han demostrado que el hombre es un ser social por naturaleza, y lo es en base a un número determinado y finito de relaciones de parentesco. El mito de Tarzán está bien traído en esta ocasión. Es verdad que el bipedismo y la capacidad de abstracción son características intrínsecas de nuestra especie, pero alguien arrojado a la selva o a una isla desierta, sin la protección y la educación cultural que proporciona el grupo de individuos sería, por decirlo así, “medio-humano”. Jack, Piggy, Ralph y el resto de protagonistas, hasta el momento del naufragio, ya han vivido bajo un sistema organizativo impuesto por los adultos. Viendo la situación crítica en la que están envueltos deciden retomar esos modelos y no, por ejemplo, el anarquismo, en el que cada uno se proporcionaría alimento, defensa y vestimenta. Son conscientes, por otro lado, de que la unión hace la fuerza y si se mantienen unidos podrán sobreponerse a las circunstancias y alcanzar su primer objetivo, sobrevivir el tiempo suficiente para ser rescatados. Esta idea tiene conexión con el siguiente apartado

Rousseau: “El hombre es bueno por naturaleza. La sociedad lo corrompe”
            Perspectiva política: La película deja claro que el hombre, de uno u otro modo, debe organizarse como sociedad por naturaleza. Ahora bien, ¿qué estructura es más justa y equilibrada para coordinar los esfuerzos y proporcionar derechos y deberes a cada uno de los individuos?. A nuestro parecer se plantean tres modelos que acaso podrían corresponder a los sucesivos peldaños de una escalera que asciende progresivamente hasta la cristalización del grupo civilizado. En un primer estadio se situaría el salvajismo, en el que dominan las pasiones, la anarquía y el individualismo. En un segundo escalafón encontraríamos el autoritarismo encarnado en una personalidad insigne que toma la responsabilidad de guiar, pero también de someter al grupo a su voluntad, mediante diferentes tipos de herramientas, como son el miedo y las promesas. Por último llegaríamos a la democracia parlamentaria, sistema que da voz y voto, derechos y deberes a todos los miembros integrantes, y en cuya cúspide legislativa se alza un líder elegido por mayoría o unanimidad. Para causar  mayor impacto en el espectador o lector, W. Golding expone la sucesión de sistemas políticos en una carrera hacia la oscuridad, una gradación descendente, desde la democracia al salvajismo más instintivo, en el que Jack y sus secuaces han olvidado, o cuanto menos han desestimado, los principios aprendidos en la sociedad de la que provienen.

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